Orgullo hundido

No estaba tan mal. En pocos días había actualizado levemente su manejo. No era ni mucho menos como el de los antiguos controles con los que era capaz de recorrer universos enteros pero era un retorno razonablemente aceptable y esperanzador. Incluso había conseguido mayor puntuación en los simuladores que muchos de los artilleros más jóvenes. En breve empezaba la vuelta al trabajo. Había estado mucho tiempo sumido en un periodo de reclusión, creación, estudio y pensamiento para consigo mismo y los habitantes de su entorno más cercano. No le apetecía salir de su enclaustramiento para retomar sus labores de artillero laser en los mastodónticos cargueros imperiales que atravesaban la galaxia. No le apetecía pero sabia que debía hacerlo. Este tiempo anterior no era lo normal socialmente establecido (aunque para él era más normal que la vida diaria que llaman normal) y debían de asumirse rápidamente todas las responsabilidades para el buen funcionamiento del sistema imperial. La plaga de la Luna 19 casi acaba con una humanidad prepotente que creía controlar su entorno por completo. Nuestro orgullo como especie estaba hundido. Miles de astronaves infectadas y perdidas en el espacio, centenares de colonias destruidas por sus propios habitantes, millones de personas muertas por esta locura de plaga de la Luna 19... Miles de años dispersos por el universo buscando vida y cuando la encontramos, es un virus que casi acaba con nosotros en el primer encuentro. Ahora sabíamos que estábamos solos y que este era, ademas de nosotros mismos, nuestro único depredador en este universo. Un depredador contra el que no valía para nada nuestra grandiosa flota imperial rebosante de recursos armamentísticos. Como decía, orgullo hundido como especie.