Aguas

Aguas que reclaman atenciones. Deseos de sumergirse, de mezclarse con orines, con fluidos, con insectos, con virus comunes de estratosféricas ubicaciones circundantes en cielos corrompidos por la ponzoña de dioses antiguos cansados de la incompetencia humana. Miedos a la impregnación líquida por contactos comunes. Pensamientos que discurren entre callejones pasados donde el agua limpia y pura traía el roce de cuerpos lozanos y juveniles. Erecciones y deseos, enfados y frustraciones. Cansancio, agotamiento, bucle. Mirar atrás, hacia donde la simplicidad del momento espontaneo reflejaba actitudes no contrastadas, medidas, ni pensadas. Te quiero, me quieres, pero no es suficiente. Adiós. Hola ¿Qué tal viejo? Aun te quiero. La carne ha perdido la tersura y el deseo de antaño por tocarte pero... Te quiero. Separar. Hay que separar y enseñar a vivir. El quererte no implica, no debería condicionar, ni negar, ni atar a nada más. La sinceridad siempre se oculta. Se tergiversa. No se miente, pero tampoco de dice la verdad completa. Una ausencia de verdad es necesaria para poder continuar. Porque la verdad no siempre es bien recibida. Porque el que dice ser sincero y expulsar sus excrementos verbales sobre ti, no es siempre deseado. No quiero tu verdad. No quiero tu mentira. Vanagloriarte de decir la verdad es hacer daño en muchas ocasiones para sentirte superior dentro de tu inseguridad y patetismo escondido. No necesito hablar y mucho menos, escuchar. Veo sin mirar y escucho sin oír. No quiero este lenguaje vacío y extenso que cansa mis sentidos. Es demasiado lento, desesperadamente lento. Lo que tu dices en cinco minutos de palabras repetitivas en modo infinito yo puedo decírtelo en una mirada o en un desprecio al no escucharte. Pero no quieres comunicarte. Solo deseas hablar, que te escuchen y sobre todo, escucharte a ti misma, ese monologo en decadencia y aburrimiento. Los rizos brillantes bajo el sol, el cuerpo prominente tan lejano y deseado, los besos intermitentes y vigilantes, la verde hierba, el agua discurriendo por todos los surcos de tu piel. A ella la dejas entrar en todos los lugares que a mi no me permites. Lo entiendo, a ella la conoces desde siempre, forma parte de ti. Yo solo soy un pedazo de carne en movimiento cuya agua quizá te ahogue. Se acaba el calor. Llega el invierno. Te vas. Lejos. El agua se congela. Hace frío. Pese a todo, a tu no estar, prefiero el frío y tu ausencia. Tu calor era como estar en orbita cercana al Sol. Ciego, dañino, cancerígeno. Bienvenidos pues los oscuros días, las lluvias, los vientos y las negras tormentas en amaneceres que nunca empiezan.